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El arte es un hermoso laberinto sin salida, en donde te deslizas por medio de un trabajo continuo, te ofrece y te abre muchas posibilidades y al mismo tiempo te sorprende con muchas sorpresas, hay siempre que arriesgase en este camino para descubrir lo que ocultan sus calles cruzadas, misteriosas y entrelazadas.

Entender que el arte es un sinónimo de libertad total, es parte de un proceso largo de aprendizaje, pero indispensable para descubrir todas las posibilidades que generosamente nos ofrece.

Si perdemos el miedo y nos atrevemos a buscar otro camino, si salimos de la comodidad que a veces nos da una forma determinada de expresarnos y rompemos los parámetros, seguramente descubriremos las variaciones que todavía están escondidas dentro de nosotros, porque el arte que uno hace debe satisfacer y gustar sobre todo a uno mismo, uno debe estar satisfecho al terminar su obra, solo así brillara afuera con la luz propia de la originalidad y la autenticidad que lo vuelve único y mágico.

De la nada y de la idea se forma algo tangente y palpable, una emoción, una propuesta creada con nuestras manos para presentar al que quiera mirarlo, desmenuzarlo, aprobarlo, rechazarlo o admirarlo.