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La obra que presento es un fragmento: un fugaz recorte del flujo de mi pintura. Surgida en distintos momentos, impulsada por temas, materiales y técnicas cambiantes, es testimonio de cómo los pensamientos se transforman en el proceso creativo: cómo se mezclan, se despliegan y, finalmente —en un instante más allá del control— comienzan a tener vida propia. Se desprenden, se aclaran, encuentran su forma, su voz.
Pero ese flujo de ideas no se detiene. Como un río que se pierde en el paisaje, se divide, busca nuevos caminos, forma brazos inesperados —y arrastra consigo lo nuevo.
Dejarse llevar es esencial, porque quien se encierra en una sola forma de expresión se pierde la magia de la sorpresa —y, con ella, la oportunidad de descubrir lo impredecible.